miércoles, 6 de marzo de 2024

2024.3.6 Día 2. Camino Marte (sucursal terrestre de Riotinto y Aracena): paisajes psicodélicos

2024.3.6 Camino Marte (sucursal terrestre de Riotinto y Aracena): paisajes psicodélicos

La noche fue estrellada en sentido literal. Un jalón de solecitos en el infinito universo titiló incombustible. De manera figurada, no fue una noche estrellada. El silencio, parece ser, dijo que no se estrellaron como desobedientes discípulos los inagotables muchachos. Paco, el guarda de seguridad, hombre bregado y curtido con pinta de lobo marino, no aporreó la puerta que, instantes antes de dar la media noche, amenazó con señalar con sus nudillos mamporrenos. En su mirada había limpieza, franqueza, sobraban palabras para saber la intención. El apretón de manos fue toda una declaración de intenciones. Paco no se manifestó en plena madrugada, termómetro de que reinó la calma.

7’20, y el profe sí que crujió los cristales que temblaban como si un terremoto acabase de tremolar el suelo. “-Buenos días. –Buenos días”, se escuchaba entre bostezos. La más cumplidora de las criaturas giraba el picaporte de cada guarida, y con tenue voz mascullaba: “Maestro, buenos….”. “¿Tenéis hora?”, se le escuchaba cabaña por cabaña (5 cabañas 5, como en las grandes corridas de toros esas de las 5). Y algún despistado excursionista con legañas aún, sin adivinar la intención, respondía. “Las 7 y 20, maestro”. “Ea, pues ya sabéis”.

Los profesores adelantaron su caminata hasta el buffet y conocieron el océano que estaba recién puesto a esas horas de la mañana. Inmaculada lámina manchada de petroleros y portacontenedores que en la línea del horizonte esperaban pacientes a entrar por la ría de Huelva.

La troupe de comensales llegaba con paso mustio. 8’15, café, leche, cereales, zumo, y las mesas cual comederos sosegados en los que se mezclaba el olor de las viandas con las buenas colonias y los mejores desodorantes. Se levantaron y allí no pasó nada. La lección de ayer la aprendieron como nunca. Cada uno recoge lo suyo, coloca el ajuar utilizado y encima da los buenos-días. La buena educación es lo que tiene. Luego hablaremos de la otra.

Con las pilas/estómagos tan cargados, a algunos/as les hicimos un test confidencial: “- ¿Te arrepientes de haber venido? –Maestro, qué dices, tienes unas cosas”. Insiste el maestro. “- ¿Hubieses pagado más?” “Uy, pues verás, no sé, jejejejejeje”. No sé si querían decir –intuyo con inocencia- que, si de ellos hubiese dependido, quizá casi todo el oro del mundo por el rictus que ponían en la respuesta. Buena señal.

La N-435 nos proyectaba hacia el norte. Primero la franja litoral, luego las campiñas, detrás, sin solución de continuidad, el Andévalo, y de telón de fondo la Sierra Morena plena, profunda, verde oscura, quebrada, despoblada, silvícola y ganadera. Sucesión de unidades de paisaje. Aprovechamos las primeras estribaciones para echar en cara la falta de puntualidad de algunas ‘dormilonas’ que, ay madre mía. La gloria ganada la tienen las madres (con algunos padres también contamos). Pues la Geografía, como tantas veces les decimos, sirve para inculcar valores. Esto merecería una tesis doctoral. Aquí nos quedamos con las del día de hoy: la humildad (no somos ni tan importantes ni tan grandes, la Tierra gira todos los días con nosotros y sin nosotros, y, a veces, a pesar de nosotros; y también por eso algún ejercicio reza sobre la grandeza y la pequeñez) y la puntualidad (es mejor persona el que cumple con el reloj, el que acude raudo a la cita; el que llega tarde por sistema, desprecio. Por sistema, que no es el caso de hoy, no se alarmen).

Fuimos dando brochazos de paisaje. Los valores en sus dosis, y sobre todo la teoría de los valores. Mejor practicarlos, que es más sano y más ejemplar. Algunos/as comenzaron a darnos un camino del Calvario, un viacrucis (para los profesores, por lo menos) y eso que no comieron lengua de cotorra. Qué hartura. Desde aquí pedimos, para estos momentos (afortunadamente no es todo el día), ayuda a las familias. Que hablen con sosiego y calma a sus descendientes a ver si a esos pocos se les pega algo. Y sobre todo que escuchen a sus hijos, a ver si también se les pega la escucha. Qué duro, qué trabajito, qué martirio. SOS, métanse en nuestros pellejos (prometemos que no va en el sueldo). Si no me ven ahora mismo, les prometo que les estoy guiñando. En Geografía decimos que verán, pero no mirarán. En la calle se suele decir lo contrario, miran pero no ven. El paisaje, para entenderlo hay que mirarlo, no verlo. La mirada paisajista. Algunos, insisto, por momentos, ni eso. Bebemos agua, pasamos el trago.

A las 10’50 nos introdujimos en Riotinto. La suerte supimos que estaba de nuestro lado cuando le dimos la mano y miramos a los ojos a Julio Macías. Hombre sabio, humanista, de esos que te encuentras por fortuna y que consigue que un museo (el Minero), que hace año y medio nos pareció anodino e hirsuto, ahora era, gracias a la didáctica y el vastísimo conocimiento de nuestro prócer, algo maravilloso. ¡Lo que es capaz de hacer el conocimiento! ¡El daño que hace la ignorancia y la dictadura de la negación (del negado que niega las luces de la razón)! Aunque no nos leerá el aludido, me siento obligado moralmente a dar la gracias a este hombre sabio porque nos hizo mirar la minería –no sólo verla- y la historia de este pueblo único por su pasado minerometalúrgico. ¡Lo que puede cambiar la vida cuando la persona indicada se te cruza en el camino! (siempre y cuando uno tenga apetencia por el aprendizaje, por querer salir de la oscuridad del conformismo y la repetición indolente). Imposible sintetizar tanta ‘dinamita’. Allí volaron no sólo calcopiritas, piritas, se abrieron cortas (como le llaman ellos a las canteras). Allí se trufó historia, petrología, química, etnografía,…Y lo más importante que nos cuenta: el proyecto E-LIX, Medalla de Andalucía a la investigación, Eva Laín, una revolucionaria que pondrá bocabajo la minería mundial, la geopolítica de los recursos minerales y energéticos. Síganla.

La dureza de las condiciones de los obreros a partir de 1873, la llegada de los ingleses, los de arriba (los del barrio de Bellavista) y los de abajo (los de las destartaladas e inmundas casuchas), las nubes de ‘progreso’, y un sinfín de contenidos que eran imposible de deglutir y digerir. Una grabadora hubiera cortocircuitado, fijo. La fecha del 4 de febrero de 1888 como heraldo de un pueblo levantado que, con armas, fue acallado por reclamar lo que era de justicia, lo que era suyo.

Luego vimos locomotoras, vagones (del Maharajá); escuchamos la sonora y exótica jerga inglesa, herencia y patrimonio de años de explotación de la Riotinto Company Limited (la manguara –de man wáter-, agua de hombres, aguardiente, pongamos por caso; el primer camión con mineros de la CNT-FAI que salió de camino de Sevilla para hacer frente al golpe de Queipo de Llano el mismo 19.7.1936 (la llamada en su momento “Columna minera”). Y más y más, y esto, y lo otro, y lo de más allá (“cómo iban a ser ecologistas, cuando se les echa en cara lo que hicieron en la faz de la Tierra, si no miraban ni por ellos mismos, si no podían”). Eva Laín habrá que seguirla. Y otro seguimiento recomendado: las bacterias quimiolitotróficas, esto es, el previsible origen de la vida hace 3800000000 de años, las llamadas bacterias comepiedras que descubrieron en las jarositas y que están en Marte petrificadas. Alucinante. Investiga que merece (nos interesa y no somos paleobiólogos ni nada que se le parezca).

Riotinto actual es un pueblo inconexo, hecho “a golpes de necesidad”, un urbanismo sin orden ni concierto. Sigue funcionando, y su función minera actual da trabajo a 1200 trabajadores que sacan 15 millones de toneladas de mineral anual y miles de kilos de concentrado de cobre.

En quince minutos nos plantamos en la Peña del Hierro. Otra inefable hendidura de la mano de obra a pico y pala. Vengan y vean. Es el mismo nacimiento del río Tinto, la clave investigadora para llegar a Marte en 2035. Gracias a Riotinto sabemos que hubo agua en el planeta rojo, ya que sabemos que no hay marcianos.

A las 13’20, tocó subir al tren. A tope: colegios, el IMSERSO más que bien representado. El aire decimonónico de aquel artilugio de hierro y madera que trajo el progreso de la Revolución Industrial daba aire historicista al paisaje en casi doce kilómetros en total saliendo del apeadero de “Talleres Mina” y terminando en “Los Frailes”. De broma, se me ocurrió decir: “A ver si esto descarrila…”. Una mujer madura valenciana me conminó: “Por favor, señor, no diga eso”. Mi intención era recordarles a las niñas que antiguamente se rompían estos artilugios y la gente caminaba. A ver. No quedó ahí la cosa (esperen unos renglones más abajo). Llegamos sanos y salvos al destino, paseíto por la ribera del Tinto (“cuidado con el agua y con los lodos que son ácidos”). De regreso, tras el cambio de posición de la locomotora diésel, a mitad de cuesta, un traquido ensordecedor y un respingo del carajo paró de cuajo el ingenio mecánico. Algo gordo se barruntaba.

Algún alumno (que suena alto por verborrea martilleante) con incontinencia verbal, comenzó, como ensalmo divino, a tomar las riendas de la situación. El vagón que había dejado de deshacernos las piedras del riñón con ese traqueteo incesante, varado cuesta arriba en medio de unas vías desvencijadas y color óxido, comenzó a balancearse con los bailes compulsivos del mismo. A., pongamos por caso que se llama, se convirtió, para suerte de los infortunados viajeros, en distracción. “- Claro, si le habrá metido sexta, y cuesta arriba con todos los que vamos, qué se cree el maquinista que puede pasar”. Los valencianos del IMSERSO se desternillaban de risa. Ja, ja, jajajajajaja. “No escucháis el aire que echa el tren. O son eructos o son peítos, a estas horas y con estas cuestas”. Ja, ja, ja. “Ay, que gracia tiene este rapaz”, se oía al fondo. Otro colega que se suma a la fiesta: “Que mañana viene agua, que la máquina sustituta se dé prisa”. Ja, ja, jajajajaja. La risa era entre nerviosa y justificada. Contagiosa, sobre todo. El vagón se entregaba en cuerpo y en alma al dúo de artistas. “Habrá devolución del dinero, ¿no? –Sí hombre, devolución, pero con intereses”. Pu, jajajajaja. “Menos mal que está cuesta abajo. Que levante el freno poco a poco y por lo menos nos movemos”. Jijijijijiji. “Yo no quiero devolución del dinero, yo quiero una Cruzcampo”. Buahhhh, buahhhh. Algunas muelas del juicio comenzaban a darse a la vista. Dentaduras de todo lustre hacían acto de presencia: destentados, puentes dentarios, endodoncias y ortodoncias, implantes, y dentaduras pegadas pagadas a plazos. Jojojojojojo (parecía que de pronto había llegado Papa Noel –un alemán que parecía quesero de los Alpes bávaros-). Aquello se convirtió en una actuación de Chiquito a pulso con Paco Gandía, Eugenio y toda la pléyade de caricatos y cómicos del solar hispano. “No puedoooooor”. Jajajajajaja. “Finstro”. “Cállate ya, por la gloria de mi madre”. El susodicho A. pedía encima un altavoz, a lo que un secuaz le espetaba: “Pero si el altavoz ya te lo dio tu madre cuando te trajo al mundo. Qué vocecita tiene el niño”. Jajajajajaja. Risotadas tan escandalosas como desencajadas. “Dice el hombre que el fallo ha sido eléctrico. Pues menos mal que el freno no era eléctrico, porque sino nos vemos como el tren de la película que no lo paraba nadie”. Lágrimas y dolor de tripas de tanta ocurrencia. Algunos se echaban las manos detrás de las orejas de cuando ya te duele todo y no puedes más, y no te quieres reír, pero…jujujujujuju, ozú, ozú, ozú. “Cuesta abajo, de culo y sin frenos”. Uuuuuujuju. Uy,uy, uy. Ya, ya, ya.

El tren que arranca. Palmas, como en una película con final feliz. Por megafonía (volvía la electricidad): “Solventado el problema, se reanuda la marcha, disculpen las molestias”. Todo muy del siglo XIX. Yo me eché sobre la ventanilla, saqué el brazo y a ver si con el viento en la cara recuperaba el resuello.

Traqueteo, y ahora baile y cante (no hacía falta ni moverse porque el tren le hacía a nuestro querido A. de exoesqueleto). Y por Camarón de la Isla, “Volando voy, volando vengo” (el tren iba a 6 km/hora), jajajaja. Después de haber estado todo el rato hablando de la acidez 3 del ph del agua, al chaval no se le ocurre –sin intención de su elección, creemos-, “Ay, como el aguaaaaa, ay como el aguaaaaa” (sería acidez lo que nos estaba subiendo del estómago porque había pasado la manecilla del reloj ya de las tres –los ácidos gástricos habían tomado el relevo al Riotinto-).

Un caballero de mediana edad nos puso nerviosos a medio vagón con unos cabezazos de encomio durmiendo rodeado de tal marasmo. Motivo de risa. Ay, por Dios. Jijijijijijiji. “¿Pero tú has visto?”. El alumno A, a 93 decibelios mínimo, a toda pastilla por el de San Fernando. Alguien decía: “A este del sueño le habrá picado una mosca Tsé-tsé, no es normal”. Jojojojojo. Pujajajajajaja. Competición de risas. “La mosca le ha hecho un buen avío”. Uy, uy, uy. Qué flexibilidad de cervicales. “Canta por el Junco”, le requerían a A. sus compañeras. “Junco, el pescuezo de este que no se despierta ni con el estruendo del tren y el baile del de Córdoba”, decía otro pensionista. Jajajajaja (en valenciano -aljalajajajalal-). En esos momentos se me venían a mi cabeza las cabezas reducidas o tzantza que hacían los pueblos shuar pinchadas en un junco. Y, niño, que se iba a dar contra el suelo en la frente y ni el traqueteo ni A. lo despertaban. Echábamos de menos a Iker Jiménez en aquel convoy. Misterio. Sueño era el que estábamos viviendo, pero estábamos vivos porque el chocar de vértebras nos devolvía a la cruda realidad de un tren lleno de niños y viejos, balanceándose que daba susto. De sueño, nada. Plena vigilia cuaresmal a las tres y media pasadas, con más hambre que un perro chico. A., el alumno, seguía su peculiar baile de San Vito, un títere de hilos invisibles del que no daban crédito los descompuestos y golpeteados compañeros de viaje. Estas prácticas para la tercera edad no sabemos si son para rejuvenecer o para quitarse pensiones de encima. Pero las carcajadas no faltaban, y eso era buena cosa. Si se morían, sería de risa. Jajajajaja. Alguno le puso nombre a la experiencia: “Gym Train”. El colegio a lo lejos miraba atónito. Para ellos las escorias, el río rojo, el paisaje marciano casi eran más normales que la danza improvisada y los pegos que salían en reguero por aquella boquita. Surrealismo daliniano en medio de vagones varados y cicatrices litosféricas de dimensiones galácticas. Un esperpento de cuadro, aunque A. alegró el azorado viaje como nadie sabría conseguir. Y encima, improvisado. Las neuronas se le agitaron y nunca se sabe (Risas). “Muchas vacaciones”, me dice una señora bien puesta girándose, “dicen que tienen ustedes los profesores”. “Muchas vacaciones, y el cielo ganado”. La mujer casi me enternece. De broma, le digo a otra pareja admirable de recién jubilados, con caniche en el regazo, a la que casi nuestro protagonista les pisa los juanetes: “Señora, tiene usted hijos y nietos”. El hombre, zorro, ya me veía venir. “Hombre, no vaya usted por ahí, que ya somos muchos….”. La señora se descoyuntaba de pensar en una adopción. El perro blanco la miraba desconcertado.

La máquina tractora se paró y los vociferios y algarabía con ella. Fin del trayecto

De camino a Aracena, la comida a la trágala. Por la tarde, viaje al centro de la Tierra.

Continuará.


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